¡Cuando vi la pelicula de Titanic, siempre me llamó la atención el personaje del borracho. Bebiendo toda la película, no sufre nada en absoluto, se lo pasa genial, y se salva!
¡Como en el fondo me gustaría pasar todo esto del coronavirus igual que él, sin sufrir, sin tener que estar pendiente de todo esto. He construido esta historia basándome en la historia real del hundimiento, en la persona que hay detrás del personaje del “borracho” y mezclándolo todo con el coronavirus, con el objetivo de entretener y esperanzar.
¡Así que bienvenido al Titanic!
¡Yo quiero ser el borracho del Titanic!
En esta realidad que estamos viviendo, donde el #coronavirus nos esta hundiendo al mundo entero, rajando el casco helado de nuestra magnifica y flamante sociedad.
En un momento en el que todo el mundo corre con su perro, o con una bolsita de la compra, de proa a popa, de babor a estribor, como pollos sin cabeza, empujando por la borda al que se interponga entre él y un rollo de papel higiénico, y flotando escondidos en nuestro camarote, asustados ante las cientos de instrucciones,restricciones, noticias, memés, fakes y fakes de fakes, todas ellas contradictorias, que se escuchan entre el estupor y los crujidos del desastre, y que son consecuencia del inmundo deseo de protagonismo de muchos.
En un momento en el cual miramos con desconfianza hasta a nuestra propia familia, desde detrás del visillo de nuestra ignorancia o de nuestro miedo.
Yo quiero ser el borracho del Titanic.
Por mucho que pueda estar sorprendido y buscando responsables, de que un montón de simples gotas de agua congelada hayan sido capaces de doblegar y resquebrajar a unas orgullosas planchas de acero remachadas con el mas alto nivel de calidad del momento, la realidad es que estoy en la cubierta del barco mas impresionante de todos los tiempos, donde parece que todo se desmorona, y donde si no actúo bien y rápido me voy a hundir, o peor aún, puedo facilitar que otros mueran.
Aun con todo, y a riesgo de ser un Xzentrik-o loco, o un inconsciente desconsiderado, insisto en que yo he deseado secretamente ser el borracho del Titanic, porque este jefe de panaderos que se emborracha hasta las trancas en un momento tan dramático SO-BRE-VI-VE como veremos.
Cualquier pasajero bien intencionado, con sentido común, le hubiese dicho que la sobriedad, la consciencia absoluta y el seguimiento de las instrucciones del capitán Smith, era la mejor forma de sobrevivir y de ayudar a otros a sobrevivir en una situación como esta. En cambio nuestro amigo Charles John Joughin decide beber lo que no está escrito y emborracharse hasta las trancas en tan fatídico momento.
Estoy casi seguro, de que alguno de los pasajeros, de los que cumplieron con lo establecido, llego a desear que tal rebeldía trajese como resultado la muerte de este desconsiderado, fruto lógico de su “incorrecto” comportamiento. Pero mira tu por donde que no se muere el tío. (Al menos no se muere allí, de hecho muere con 80 años y después de sobrevivir a otro hundimiento en el puerto de Boston pero esa es otra historia).
Por lo tanto aparentemente, y al menos en este caso concreto, viene la realidad a jodernos (con perdón) la teoría de lo razonable y del sentido común, dejando a la prudencia y a la consideración a la altura del barro aparentemente con la más fría de las amantes traidoras, la evidencia de los hechos y de las consecuencias. (O eso creía yo)
El bueno de Charles no solo sobrevive, sino que además lo hace con nota.
Es de los últimos en ser rescatado, lo cual viene a decir que contra todo pronóstico aguantó más que los sobrios nadando en las aguas heladas de Terranova a -2 grados. Aguantó vivo y sumergido, frente a otros que fallecieron desde la “comodidad” de los botes de salvamento.
El muy cabrón se salvó. (Lo de Cabrón con cariño afectuoso, como cuando el Quijote utilizaba el “fideputa”)
¿Qué puede ser más atractivo que pasar una crisis inconsciente del peligro y salir airoso?
Desde mi parte más romántica estoy seguro de que este hombre se encomendó a San Patricio.
Incluso me lo imagino moviendo sus pies bajo el agua al ritmo de algunas canciones obscenas y pegadizas, sacadas de alguna taberna del puerto y lanzando consignas graciosas a la oscuridad de la noche, acalladas por los gritos de los demás pasajeros. Entiendo que no fue así, pero como se trata de idealizar y de entretenernos en estos días aciagos me permito añadirle a la historia algunos detalles de mi cosecha, aunque no demasiados.
¡Pues ya está! Cuando supe de esta historia me dije yo. No quiero cumplir con nada. Era tan tentador y tan descongestionante.
No quiero cumplir con ninguna recomendación para hacer frente al #coronavirus
A la mierda (Con perdón de nuevo) con todas esas recomendaciones tan impositivas y tan incomodas.
Me voy a emborrachar de inconsciencia y de insolaridad, y voy a salir a romper todas las normas.
¿Lavarme las manos? ¿Para qué? Que incomodo y que gasto de alcohol o de jabón. A mí no me afecta.
¿Bajar al perro 25 veces al día? Pues sí, que así hace ejercicio que está muy gordo y el contacto con animales es muy positivo para la salud.
¿No salir? Imposible, necesito aire fresco. Eso les dará más elasticidad a mis pulmones.
¿No relacionarme? Eso mantiene mi estado emocional alto y por lo tanto al sistema inmunitario.
¿Dejar de hacer deporte? ¿A quién se le ha ocurrido tal cosa?
¿Taparme la cara cuando estornudo? Si esto es solo una gripe, mejor que la cojamos todos ya.
¿Dejar de ir al hospital a urgencias para cosas menores? ¡Si yo he pagado la seguridad social! ¿Como no voy a ir por un padrastro?.
Voy a ir a besar a toda mi familia, y a los abuelos, y a bañarme en la piscina a escondidas y a relajarme en las zonas comunes, a tocar con las manos desnudas todos los productos del supermercado de mi barrio, a estornudar en el ascensor, a extender bulos que generen miedo, y a inventar cosnpiraciones con las que hacerme mas popular en las absurdas redes sociales.
¡Y todo porque el borracho del Titanic se salvó haciendo lo mismo! ¡Siendo un inconsciente! ¿O no?
Se emborrachó y sobrevivió. Incumplió todo lo que dictaba el sentido común y sobrevivió.
Y yo, sin saber mucho de su historia real, me llegué a creer que lo hizo porque el alcohol le ayudó a no tener miedo y que eso mantuvo fuerte su sistema homeostásico. (Incluso me vino a la cabeza un meta-análisis publicado en Pubmed que demuestra esto… al mas puro estilo de los cargantes excepticos, o porque tuvo suerte como yo que la tengo siempre!
¡Voy a ser inmune a todo, gracias a la inconsciencia, a la estupidez, al vino, al Gintonic, a la cerveza, o al Kalimotxo! ¡No tengo miedo, ¡Eeeeeeeey Macarena!
Emocionado me lancé a saber más sobre mi nefasto referente Charles, quería saberlo todo de esta persona que desafíó lo establecido y con buenos resultados, para poder justificar mi deseo obsceno.
Y como no podía ser de otra manera me sorprendió lo que encontré.
Charles no murió esa noche del 14 de abril de 1912, porque entre otras cosas, el alto porcentaje de Alcohol que tenía en sangre elevó su punto de congelación y sorpresivamente lo hizo más resistente.
¿Pero entonces, quizás este hombre no fue un inconsciente, ni un insolidario? ¿Qué ocurrió de verdad?
Con los datos que he podido recopilar he construido como pudieron ocurrir las cosas, y la verdad que cambia mucho el cuento.
Para entrar en el contexto, debemos conocer antes al Dr. William Francis Norman O’Loughlin. (Billy para los amigos).
Este médico cirujano, tenía 40 años de experiencia haciendo medicina en el mar cuando se hundió el Titanic.
Anteriormente ofrecía sus servicios en el Olimpic, y su amigo Smith, le convenció para que continuase su trabajo en el Titanic, algo que no quería aceptar porque no necesitaba cambios a esas alturas de su vida.
En las jornadas previas cenó con el capitán y brindó con la frase “bebamos al poderoso Titanic”, con lo cual lo de beber parece que no estaba de más.
Conocía a Charles del Olimpic. Después del primer impacto, susurró a la azafata Mary Sloan “Niña, las cosas están muy mal”. Cuando pronunció esa frase quizás decidió rendirse o aceptar la tragedia. Es posible que tuviese consciencia de que no sobreviviría a la exposición de los elementos por su edad o por su trayectoria de salud deficiente. Su caballerosidad le impidió quitar el sitio de un bote a nadie.
Cuando el agua llegó a la cubierta se le vio hablando tranquilamente con asistentes, cirujanos y algún oficial, despidiéndose galantemente.
Falleció en el naufragio. Con 63 años.
Nuestro protagonista Charles John Joughin fue el último en ver al buen doctor. Alrededor de la 1:20 AM. Lo vio bebiendo y buscando bebida.
Imaginemos la escena.
Previamente, en cubierta nuestro medico veterano (Billy) se da cuenta de que no tiene opciones y observa en cámara lenta toda la escena, y ve a nuestro cada vez mas digno borrachin, Charles recibiendo instrucciones de Smith para que sea el capitán del bote número 10. (Parece que el “borracho” del Titanic era respetado por el capitán y disponía de credibilidad). Observa que finalmente no embarca, parece que quiere seguir ayudando y le ve perfectamente como va tirando al mar hamacas de madera para asegurar que las personas que no embarcarán puedan tener asideros flotantes.
Mientras tanto, Charles se da cuenta de que Billy se va de la cubierta hacia el interior.
Y le sigue, quizás por ayudarle o quizás por ver que va a hacer por salvarse un hombre de ciencia.
Respeta su experiencia como médico y sabe que en el mar ya ha visto de todo en su vida profesional y recordemos que se conocían de años atrás.
Cuando cerca de la despensa le ve bebiendo, quizás piensa, si este, que es un hombre de ciencia, y bebe en este momento, seguro que será por algo.
O quizás recordó alguna historia donde algún marinero habia aguantado en el agua fría, borracho como una cuba, o simplemente decidió beber para esperar el momento apropiado de dejarse caer al agua fria.
Según las declaraciones que existen, no hablaron en ese momento, solo se miraron.
Quiero pensar que se despidieron con un brindis solemne.
Charles Continuó tirando hamacas y bebiendo, y aguantó hasta el último momento del escoramiento del barco, lo que le permitió deslizarse hasta el agua con suavidad hasta el punto, que cuando hizo impacto en el mar no se mojó ni la cabeza. (Este hombre no era ningún inconsciente).
Aunque borracho, muy consciente, se acercó a un bote que estaba lleno, por lo que no pudo subir. Se apartó, pero se mantuvo cerca pataleando durante dos horas, hasta que vio en la parte trasera de otro bote que estaba del revés y lleno hasta la bandera a uno de los cocineros que conocía, y este lo mantuvo sujeto con sus brazos, ligeramente elevado para que mantuviese la mayor superficie posible del cuerpo fuera del agua.
Finalmente lo rescato el Carpathia.
Charles en realidad sí que cumplió los preceptos del capitán, fue solidario, fue inteligente, fue paciente, y no tuvo miedo, pero no por el alcohol que tomó, sino porque decidió actuar correctamente.
Sus acciones ayudaron a que algunas de las 706 personas que sobrevivieron, lo hicieran gracias a él.
Ahora sí que me reafirmo en que quiero ser como el borracho del Titanic.
El coronavirus se para con alcohol si, en aplicación dérmica, y con jabón, y con resistencia, y con solidaridad, y con valentía y con paciencia, y sin miedo.
En este momento, no nos hace falta nadar en agua helada para salvar vidas. Lo que hacemos ahora es menos llamativo,mas anónimo, pero igual de importante y de necesario.
¡Ya ya veo las luces del Carpathia y una mano amiga que me sujeta!
¡En agradecimiento, hoy voy a tomarme en mi balcón, una pinta a tu salud y aplaudiré en tu honor Sir Charles John Joughin!
Eduardo García
5G Aciva la escucha 5G buenos como malos Clima Laboral comercial comerciante como escucho mejor corbatas coronavirus el borracho del Titanic Estrangular un departamento comercial informador tecnico sanitario inicios duros Mejorar la escucha motivacion pasilleadores quien eres tu? Reconocer fallos solidaridad un buen vendedor tiene que formarse mas? venta consultiva visitador visitador medcio ¿Se nace vendedor?